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EL ESPECTADOR EMANCIPADO "LIMBO ALUCINANTE"

Cuando te asalte el deseo de ver películas honestas, raras y bizarras, recuerda este nombre: Tetsuo Lumière. Y añade algo más: cine fresco, original, capaz de monologar y decir verdades como puños; países veletas y ciudadanos que se comportan en consonancia, que pueden estar de un lado y del otro, y de los dos al mismo tiempo.




Lumière apabulla pero genera un espacio de reflexión que no solo se relaciona con la condición humana, sino también con nuestra posición en el mundo. No importa sobre qué hable; lo hace aireado, libre de presiones y nos muestra nuestra voluntad de ser un carrusel permanente, donde casi nada es lo que parece.


Es tiempo de pandemia, una situación que asila y no da respiro. El contagio está en el otro, y en nosotros mismos. León crea un portal para ir a un universo paralelo donde no haya Coronavirus. Los portales son formas comunes de viajar entre realidades diferentes y Lumière los crea de manera sencilla, juego de colores y aperturas mágicas. El espectador piensa en algo más allá, en una barrera que nos separa de un lugar de maravillas por encima de la racionalidad humana, apelando a lo más imaginativo de cada uno.


Pero, en la mitad de su camino, hay un parón: el Coronavirus impide el paso, situación que se repite mientras dura el confinamiento. Y la esperanza de volver a la normalidad se desvanece cuando a una ola le sucede otra, cepas de nuevos virus amenazan al hombre y aumentan la crisis mientras, los políticos de turno, amenazan, corrompen, dictan decretos y la fiesta continúa, pero solo para algunos: capitalismo, socialismo, liberalismo… todo resulta apabullante.


Lumière transmite su amor por el cine, por el cine bizarro, por el cine desmedido, por el cine entusiasta, por el cine hecho pasión, por el cine gestual, el de los sueños y los delirios y, desde ahí, muestra su afán de resistencia, su necesidad de hacer largometrajes sin dinero, sin grandes inversiones, a puro talento e independencia, proyectos que son sueños en donde Lumière se transforma en "hombre orquesta", pagando -en todos los casos- los precios que la industria requiere.


Este artista integral se propone volver al cine primigenio. En este caso, un falso documental, un género que "me divirtió muchísimo", volviendo a los planos largos, filmando más allá de cualquier circunstancia y tiempo, sin improvisaciones (a pesar de lo que se ve), cumpliendo con el paradigma de "filmar como sea, pero filmar", y brindando un espectáculo conmovedor de nosotros mismos.


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