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ZONAFREAK - TETSUO Y LA FABRICA DE CINE MUDO

Por Daniel Castelo


Enfrentarse a una película de lo que se conoce vagamente como "cine bizarro argentino" es siempre un dilema. ¿Acá me tengo que reir, me tiene que dar verguenza ajena, o las dos cosas? ¿Acá actuaron mal a propósito o les salió así porque no les da para más? ¿Esto es un fuera de foco buscado o es que simplemente no quisieron hacer otra toma?


El caso de Tetsuo Lumiere es, en este contexto, francamente una buena noticia de las que vale la pena tomar nota. El joven argentino destacó hace pocos años en una edición del festival Buenos Aires Rojo Sangre con su excelente corto mudo-musical Love me to Death. Pasó un tiempo, y el hombre ha llegado al Malba, donde viene exhibiendo con éxito este primer largometraje.


Y no es para menos, porque en este film se conjugan una serie de evidentes obsesiones que están plasmadas con humilde soberbia por el realizador.


El relato de TL-1... gira en torno a la historia de un chico (un tal... Tetsuo Lumiere) que soñó en grande y se estrelló con el cosmos. Un pequeño fanatizado por el cine mudo que inició una carrera fílmica a los golpes (muchos de ellos regalados por su mentor y proveedor de material en la infancia). Pubertad, adolescencia y, sobre todo, adultez, retratadas con gracia y una sabrosa multiplicidad de recursos estético-narrativos.


Mi reino por un platillo volador es un film clásico, un enorme homenaje a las silent movies, con una técnica notable para imitarlas que convierte a varios pasajes (compuestos por viejos –y no tanto- cortos del director) en puro placer retro. Por otro lado, ese uso de la imagen quemada y el blanco y negro (o sepia) militante convierten al trabajo en parte de una vanguardia que elige no llevarse por delante al espectador con tácticas pedantes o discurso loco-loco sólo apto para ultra entendidos.


Hay referencias en el film, varias y disfrutables, principalmente al cine fantástico clásico y a sus formas de producción, también a personajes clásicos como Buster Keaton (¿la principal influencia del autor?), pero hay sobre todo inteligencia en el desarrollo del cuento que se cuenta, y en medio del oleaje críptico-cool porteño, eso es algo que se agradece mucho.


Más allá del armado general del film y el brillante pasaje que relata la niñez de Lumiere, hay dos momentos que se destacan; son aquellos donde se apela al absurdo hasta llevarlo al paroxismo: el "corto" del hombre que no tiene para comer y recurre a su propia producción de moco, y el que nos muestra una fatídica relación amorosa. En ambos, además de la técnica cinematográfica queda expuesta la gracia del director para hacerse cargo en carne propia de su personaje frente al lente.


Los entrevistados que desfilan a lo largo de la película trazan un imborrable perfil del hombre visto en pantalla y pese a las casi dos horas de duración, nos pueden quedar ganas de saber, incluso, más de lo que se fue contando. La única intriga en este ¿apócrifo? documental, es si la verdad relatada se aleja mucho, poquito, o nada, del hombre detrás de la cámara.


*La película se exhibe los sábados a las 0.15 (madrugada del domingo) en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415, Ciudad de Buenos Aires).


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